—No me gusta —dijo ella.
—Entonces, ¿por qué te preocupa tanto?
—Es mi amigo.
—¿Segura? Hoy en el lago no parecían solo “amigos”.
—Somos amigos, nada más.
—El te iba a besar.
Sue lo miró. No, eso no iba a pasar. Era solo… un impulso. Él no la quería besar. Eso nunca pasaría.
—Yo no le gusto —dijo después.
Colin la miró, pero no dijo nada más sobre el tema. A unos metros estaba el chico de quién a hablaba y a su lado su ex “novia”.
—¿Y de qué tenemos que hablar? —le preguntó Max a Kath cuando se alejaron de los demás para conversar.
—Sobre nosotros. En todo el día no te acercaste a hablarme —dijo la chica un tanto nerviosa. Él estaba más serio de lo normal y realmente él era su primer amor. No sabía como actuar ni que decir, era inexperta en el tema. Pero debía hacerse la valiente y subió la mirada a sus ojos.
—Bueno, tú también pudiste acercarte a mí. Que yo sepa tienes piernas.
La rubia frunció el seño.
—¿Por qué estas enojado?
—No lo estoy —respondió tranquilamente.
—Desde la discusión en la mañana que estás raro.
—Deberías saber por qué.
—No lo sé y espero que sigas con el plan.
Max soltó una leve risa y miró la fogata.
—Creo que en la mañana dejé en claro que era lo que pensaba sobre esto.
Kath se había enojado. Era su oportunidad y él la estaba desechando. No quería terminar con él.
Siguió la mirada de Max y observó a Sue conversando con Colin, ambos se reían y en eso Sue cruza la mirada con Kath. La rubia quería vengarse. Le sonrió y tomó de la cara a Max y le dio un beso. Solo duró tres segundos en los que el moreno reaccionó. Algunos compañeros empezaron a molestarlos y entre esos Sue y Colin los observaba.
—Al parecer no te quedó claro que no quería tener nada contigo —dijo al chico enojado y los compañeros que escucharon se quedaron en silencio.
—En la mañana dijiste “talvez”, y sabes que igual te gustó —dijo pícara Kath.
Max buscó a Sue y la chica le dio una sonrisa triste cuando se volteaba a mirar el fuego.
—Siempre te gustaron mis besos. No puedes negarlo. Te encanta el juego de la seducción —le susurró Kath. Ella jugaba con el cierre del polerón del chico y lo miraba tratando de que cayera en sus redes.
—Recuerda que terminamos —dijo lo suficientemente fuerte como para que su amiga escuchara. Sujetó la mano de la rubia, con la que jugaba con su ropa y la detuvo.
—¡No me digas que ahora te gusta ella! —soltó Kath celosa. Podía ser rubia, pero no tonta y si él ya no estaba de su lado, ahora estaría en su contra y la primera cosa que planeaba hacer era hacerlo quedar mal—. ¡Entonces era cierto, tu solo juegas con las mujeres! Eres un mentiroso.
Lo miró haciéndose la victima. Su plan estaba funcionando ya que los de más cerca se voltearon a mirarlos y otros, tal vez, disimulaban no escuchar.
—No más que tú.
Se había volteado para irse, pero giró para terminar la situación.
—Sabes… lo que más lamento no fue el tiempo que gasté estando contigo, si no que creía que alguna vez fuiste su amiga. Si yo soy un mentiroso, no imagino como se te llamará a ti.
Y se fue. Nadie lo volvió a ver en toda la fogata. Y Kath se grabó en la mente un recordatorio.
“El tiene un pasado y lo que más podría dolerle es que todos lo sepan”.
Sue no cabía en felicidad esa noche. No sabía si era la cara que había puesto Kath cuando Max le dijo lo que pensaba o cuando iba a dormir y la escuchó con una amiga llorando sobre su vida sentimental. Se veía tan patética.
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